Los muertos nos hablan Le noveau mystère du Vatican

Los muertos nos hablan y Le noveau mystère du Vatican

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Domenica della Corriere (1972)

El Cronovisor. Su historia en exclusiva

Padre François Brune: “El Cronovisor existió. De eso no tengo ninguna duda”

François BruneEl sacerdote católico francés François Brune se dio a conocer en media Europa a finales de los años ochenta gracias a un libro titulado “Los muertos nos hablan”. En él afirmaba que, mediante procesos tecnológicos muy complejos, era posible la comunicación con el mundo de los espíritus. Pero el padre Brune conoció también de cerca detalles sobre cierta máquina para fotografiar el pasado, diseñada en los años cincuenta por el Vaticano. La dama azul habla en extenso de ella, pero en esta entrevista exclusiva mantenida entre Javier Sierra y el padre Brune en Madrid, se desvelan más detalles.

Aquel mes de octubre de 2003 fue uno de los más lluviosos que recuerdo. Apenas faltaban cuatro días para el día de Todos los Santos. Sentí que la fecha escogida por el padre François Brune para aquella entrevista no podía ser más oportuna. Un recoleto hotel del centro de Madrid, muy cerca de la Plaza de la Ópera, iba a ser el escenario de nuestra conversación sobre el Cronovisor y los trabajos del benedictino Pellegrino Ernetti. Aquel experto en prepolifonía, que había inspirado el personaje de Giusseppe Baldi en La dama azul, murió en 1994 sin dejarme acceder a sus secretos. Tal vez Brune, amigo personal de Ernetti durante muchos años, me ayudaría a saber algo más del Cronovisor.

Brune conoció al benedictino padre Ernetti en 1964, casi ocho años antes de que su historia saltara a los periódicos. Incluso le dedicó un capítulo íntegro en su libro Los muertos nos hablan (1990). En él mezclaba el proyecto científico vaticano para la captación de imágenes y sonidos del pasado con asuntos más cercanos a la parapsicología, como las psicofonías, las controvertidas grabaciones de supuestas voces del más allá. Necesitaba saber más. Mucho más que lo que contó entonces o incluso de lo que reveló meses antes de nuestro encuentro en otro libro dedicado al Cronovisor, que tituló Le noveau mystère du Vatican (2002).

De hecho, quería saber hasta dónde conocía el proyecto de la Cronovisión. Cuál era su verdad.

A las 16,30 h. en punto, sentados en el hotel “HH” de la calle Campomanes de Madrid, con el padre Brune vestido de clerygman y zapatillas de deporte, comenzamos a hablar.
-Usted conoció bien al padre Ernetti, ¿verdad?

Mi pregunta le sorprendió. Decidí ir sin rodeos al tema que me interesaba. Brune parecía dispuesto a hablar.
  -Sí, claro –sonrió-. Nos vimos muchas veces en Venecia, en la isla de San Giorgio Maggiore.
-¿Cómo lo conoció?
-Estudié dos años en el Instituto Bíblico de Roma. Y una vez, de camino a esa ciudad, decidí ir hasta Venecia en autostop. En el embarcadero de la isla de San Giorgio me encontré con el padre Ernetti y allí empezamos a hablar de mis estudios... Así de simple.
-¿Y él le habló enseguida del Cronovisor? –inquirí.
-No exactamente. Aunque, desde luego, debió resultarle más fácil hablar con un sacerdote que con alguien que no lo fuera, y sobre todo con un sacerdote extranjero al que le sería más difícil irse de la lengua. Primero hablamos de la exégesis del Nuevo Testamento y de cómo en nuestra época muchos intentaban desposeer a la historia bíblica de su componente maravilloso. El mundo critica los milagros, las sanaciones, los exorcismos... todo lo que parece sobrenatural. Y de ahí pronto pasamos al tema de las comunicaciones con el más allá. Y así, poco a poco, Ernetti terminó anunciándome algo que me iba a interesar aún más.
-¡El Cronovisor!
-Así es –el rostro de Brune se iluminó-. El Cronovisor.
-¿En que año sucedió esto?
-Fue en 1964.
-¿Y exactamente qué ocurrió con el Cronovisor?
-Vi a Ernetti por última vez unos meses antes de su muerte, en 1994. Me dijo que lo acababan de convocar a una reunión en el Vaticano con los dos últimos científicos vivos que habían colaborado en su construcción. Fue una reunión con cuatro cardenales y con otros científicos, y me dijo que allí dijeron todo lo que sabían. Lo malo es que Ernetti cada vez que me daba el nombre de algún científico era porque ya estaba muerto.

Los planos están en Suiza

-¿Qué quiere decir con que se lo dijo todo? ¿No estaba ya el Vaticano al corriente del Cronovisor?
-Verá: por lo que sé, el Cronovisor se dividió en piezas. Se desmontó. Pero Ernetti no tenía mucha confianza en el Vaticano. Ya unos años antes me había dicho que había depositado sus planos ante un notario de Suiza y ante otro de Japón.
-Hablemos de otra cosa, padre Brune –le pido-. Usted sabrá que la primera vez que se habló del Cronovisor en la prensa fue en 1972. Y que entonces, las primeras noticias vinieron acompañadas de una supuesta foto de Jesucristo, obtenida por esa máquina…
-Una foto que es falsa, desde luego.
-Hábleme de eso, por favor.
-Es sencillo. Quienes vieron funcionar el Cronovisor decían que la máquina no podía tomar primeros planos, sólo planos generales. Sin tanto detalle como el de esa foto. No le era posible, pues, obtener una imagen tan precisa.
-¿Pero usaron el Cronovisor para ver la Pasión de Cristo?
-Sí.
-¿En qué año lo hicieron?
-Creo que antes de 1960.
-¿Y ese primer plano de Jesús?
-Fue tomado de un crucifijo muy famoso de Collevallenza. Y cuando se publicó, se utilizó para atacar al padre Ernetti acusándolo de fraude. Pero ya Ernetti me había dicho que eso no era del Cronovisor, y se lo dijo también hace unos años a un periodista de la revista Más Allá... 

Aquello tuvo gracia. François Brune no sabía que ese “periodista de Más Allá” fui yo. Que entrevisté a Pellegrino Ernetti un año antes de su muerte; y aunque entonces me dijo pocas cosas, sí insistió en que aquella presunta foto de Jesús no la había obtenido su equipo.

Brune nunca vio las pruebas

Había llegado el momento de la verdad. El instante en el que por fin preguntaría a Brune si él, además de sus conversaciones “de cura a cura” con Ernetti, había llegado a ver filmaciones o fotografías del Cronovisor. Brune fue tajante:
-No –sentenció-. Ernetti me dijo que no se quedó con nada de aquello. Fue urgido por sus superiores a no decir ni palabra. Y sufrió mucho con eso porque nunca tuvo la ocasión de explicar a la ciencia sus hallazgos.
-Pero cuando en 1993 me entrevisté con Ernetti, me dijo fue Pío XII quien le prohibió hablar.
-Sí. Es cierto.
-¿Y tiene idea de por qué se lo prohibió?
Brune se encogió de hombros ante mi ingenuidad.
-Bueno… -dudó-. Ernetti mostró sus grabaciones tanto al Papa como al presidente de la República, a Mussolini. Y también a otros científicos y cardenales, y la conclusión fue unánime: eso era peligroso para la Humanidad. Sé que existe un libro de ciencia-ficción norteamericano que fábula qué ocurriría si se descubriese un aparato semejante y las consecuencias que traería. Y creo que, la verdad, sería terrible para la Humanidad. Porque ya no habría secretos ni científicos, ni políticos, ni económicos, ni ninguna vida privada. Todo sería transparente.
-Pero si ese aparato lo tiene el Vaticano, ¿no lo ha utilizado nunca?
-Es posible –vuelve a encogerse de hombros, con gesto ingenuo-. Lo siento, pero no puedo ayudarle mucho más.
-Respóndame a una última pregunta, padre –lo atajé-: ¿Ha hecho usted alguna gestión con el Vaticano para ver si el material del Cronovisor se podrá ver algún día?
-Eso no lo hice porque... no será posible.
-¿Y usted como sacerdote católico no podría...?
-Creo que sería más fácil para usted que para mí –sonrió-. Hay algunas personas en el Vaticano que se interesan por cuestiones paranormales y que tal vez podrían ayudarle. Conozco a un sacerdote italiano, que habla alemán, que fundó un instituto de parapsicología en Innsbruck, el padre Andrea Resch. He estado dos veces con él y tal vez sepa por dónde empezar. Me dijo hace dos o tres años que había estado en Roma con un pequeño grupo que se ocupaba de los fenómenos paranormales y que conocían muy bien mis libros y mis ponencias. Pero eso fue antes de la publicación de mi libro sobre el Cronovisor.
-Y después de todos estos años, ¿qué impresión tiene usted de este asunto?
-Que el Cronovisor existió –respondió convencido-. De eso no tengo ninguna duda.